De seguro que ni tu compañero Coreta ni Garrón responderían a su padre como tú has respondido al tuyo. ¿Cómo ha sido posible, Enrique? Siempre que una amonestación de tu padre te traiga a los labios una mala respuesta, piensa en ese día, que llegará inevitablemente, en que tenga que llamarte a su lecho para decirte: "Enrique, te dejo".
¡Oh, hijo mío! Cuando oigas su voz por última vez, y aún después de mucho tiempo, recordando que alguna vez le faltaste el respeto, te preguntarás: ¿Cómo fue posible? Entonces comprenderás que él ha sido siempre tu mejor amigo, que cuando se veía obligado a castigarte sufría más que tú, y que si te ha hecho llorar, ha sido por tu bien.
Ahora no comprendes; él sólo te muestra su bondad y su cariño. Tú no sabes que a veces está tan quebrantado por el cansancio, que piensa que vivirá pocos días y que en tales momentos sólo piensa en ti.
¡Y cuántas veces entra en tu cuarto mientras duermes y se queda mirándote y, haciendo un esfuerzo, cansado y triste, vuelve a su trabajo! Ni siquiera te das cuenta de que en muchas ocasiones te busca, está contigo porque tiene una amargura en el corazón y siente la necesidad de refugiarse en tu cariño.
Piensa ¡qué doloroso debe ser para él cuando, en lugar de encontrar afecto en ti, halla frialdad e irreverencia! ¡No te manches jamás con tal horrible ingratitud! Piensa que con la vida no se puede contar: una desgracia te podría arrebatar a tu padre tal vez mañana mismo. ¡Cómo verías cambiar todo ante ti!
¡Qué vacía y desolada te parecería la casa, solo, con tu madre de luto! Anda, hijo, ve donde tu padre y pídele que te perdone y te bendiga.
Tu madre.
Fragmento de Corazón, de Edmundo de Amicis
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