miércoles, 19 de marzo de 2014

DECÁLOGO DE LA SERENIDAD - Juan XXIII

1) Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.

2) Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto, cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie sino a mí mismo.
3) Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino también en este.

4) Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que todas las circunstancias se adapten a mis deseos.
5) Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.

6) Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
7) Sólo por hoy haré por lo menos una sola cosa que no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.

8) Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré a cabalidad, pero lo redactaré y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
9) Sólo por hoy creeré aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.

10) Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y creer en la bondad.
Juan XXIII

SONETO - Francisco Luis Bernárdez

Si para recobrar lo recobrado, debí perder primero lo perdido; si para conseguir lo conseguido, tuve que soportar lo soportado; si para estar ahora enamorado, fue menester haber estado herido, tengo por bien sufrido lo sufrido, tengo por bien llorado lo llorado. Porque después de todo he comprobado que no se goza bien de lo gozado sino después de haberlo padecido. Porque después de todo he comprendido que lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado...

Francisco Luis Bernárdez

miércoles, 12 de marzo de 2014

5 MINUTOS Y 5 AÑOS - Adrián Paenza

Un señor estaba trabajando en su fábrica cuando súbitamente una de las máquinas vitales para su línea de producción se detuvo. El señor, acostumbrado a que esto sucediera algunas veces, intentó ver si podía resolver el problema. Probó con la electricidad, probó revisando el aceite que utilizaba la máquina, probó tratando de hacer arrancar el motor en forma manual. Nada. La máquina seguía sin funcionar.El dueño empezó a transpirar. Necesitaba que la máquina funcionara. La línea de producción completa estaba detenida porque esa pieza del rompecabezas estaba rota.

Cuando ya se habían consumido varias horas y el resto de la fábrica estaba pendiente de lo que pasaba con la máquina, el dueño decidió llamar a un especialista. No podía perder más tiempo. Convocó a un ingeniero industrial, experto en motores.

Se presentó una persona relativamente joven o, en todo caso, más joven que el dueño. El especialista miró la máquina un instante, intentó hacerla arrancar y no pudo, escuchó un ruido que le “sugirió algo” y abrió la “valijita” que había traído. Extrajo un destornillador, abrió una compuerta que no permitía ver el motor y se dirigió a un lugar preciso. Sabía adónde ir: ajustó un par de cosas e intentó nuevamente. Esta vez, el motor arrancó.
El dueño, mucho más tranquilo, respiró aliviado. No sólo la máquina sino toda la fábrica estaban nuevamente en funcionamiento. Invitó al ingeniero a pasar a su oficina privada y le convidó a un café. Conversaron de diferentes temas pero siempre con la fábrica y su movimiento como tópico central. Hasta que llegó el momento de pagar.

–¿Cuánto le debo? –preguntó el dueño. –Me debe 1500 pesos.
El hombre casi se desmaya.

–¿Cuánto me dijo?, ¿1500 pesos? –Sí –contestó el joven sin inmutarse, y repitió–: mil quinientos pesos. –Pero escúcheme –casi le gritó el dueño–, ¿cómo va a pretender que le pague 1500 pesos por algo que le llevó cinco minutos? –No, señor –siguió el joven–. Me llevó cinco minutos... Y CINCO AÑOS DE ESTUDIO...
Adrián Paenza, "Matemática... ¿estás ahí?"
 
Ahora que está de moda plantear finales alternativos, se puede usar el siguiente: –¿Cuánto me dijo?, ¿1500 pesos? Mándeme por favor una factura detallada. El joven le manda una factura que dice: Costo del tornillo que se cambió: 1 peso. Costo de saber qué tornillo cambiar: 1499 pesos... y el dueño pagó sin protestar más.